Últimamente se ha puesto de moda atacar a los practicantes de la caza. Prohibiciones, restricciones, confrontaciones, provocaciones y toda clase de insultos y vejaciones en redes sociales, cual más descarnada y abominable. Si pensamos que la caza es una actividad vieja y por ello, arraigada en la historia del ser humano desde tiempo inmemorial, va a ser muy difícil erradicarla de forma natural y didáctica, por más que se empeñen los animalistas que en ello están, en influir desde las escuelas en los niños con fabulaciones manipuladas, para que desprecien a la caza y al cazador. Y va a ser difícil, por la sencilla razón de que la caza, no es un sentimiento racional sino un fragor primigenio, un impulso visceral que los humanos llevamos dentro desde la noche de los tiempos. Y eso es malo de aniquiIar, difícil de anular e imposible de controlar. Las pasiones son emociones fuertes que nacen de forma incomprensible e irrefrenable en el corazón humano, y son las que le mueven a realizar los actos más heroicos y también, a veces, los más execrables.

Los políticos que ningunean a los cazadores y al mundo rural, que actúan en su contra o simplemente dejan ejecutar a los anti caza, su acoso y derribo calculado y sistemático, o los protegen y consienten bajo el paraguas institucional de la moda del ecologismo, esos políticos que están dando la espalda a un importante colectivo de personas, hasta ayer silentes y sufridas, se siguen equivocando y lo van a pagar muy caro. Sus sillones peligran como peligran sus elevados sueldos y prebendas, con ese coro de vasallos y lameculos que propician el poder y la política, que decide y transmuta la vida de los demás.

El mundo de la caza ya ha visto las orejas al lobo. Le ha mordido con saña y virulencia. Ya no hay vuelta atrás y por todos los puntos cardinales del suelo hispano, suenan tambores de guerra. El cazador y las gentes del mundo rural, taurinos, etc. se han dado cuenta, algo tarde, que estos insensibles o cobardones de la moqueta y el despacho lujoso, van a por ellos tanto o más que los perro flautas con trenzas a lo Bob Marley. La paciencia tiene un límite y la línea roja se ha cruzado hace tiempo, con bochornoso descaro, humillando y menospreciando a un sinfín de aficionados que han confiado en sus políticos, y éstos les han defraudado de todas, todas. Son tantos los ejemplos de acosos, recortes y prohibiciones, que no hay modalidad que escape al desastre habido y por venir.

Los políticos se han equivocado y lo van a pagar con sus cargos, están ahí porque la gente de buena fe les ha votado, creyendo que resolverían sus problemas. Y para estos necios, la caza es un tema menor, y vuelven a equivocarse. Porque puestos a escoger y pensar que ladrones y corruptos los hay en todas partes, al menos los que creías tuyos que resuelvan lo más inmediato, lo que afecta de cerca a la gente de la calle normal. Y precisamente en estos momentos de frustración y desencanto de tantas cosas, el mundo de la caza es uno de los pocos lugares, donde mucha gente se ha refugiado y ha encontrado sosiego. Porque ahí hay historia, tradición y verdad. Si ya ni eso pueden tener, que encima son perseguidos y tratados como vulgares criminales, ¿qué se puede esperar de su reacción?

Cuando el mundo rural, taurino, de la caza, etc. haya despertado del todo que en ello anda, y saque de sus adentros esa pasión que les mueve a dar lo mejor de sí mismos, hacer cosas grandes y épicas, – que sabe hacerlas, pues forma parte del ADN de este sufrido colectivo- no habrá nada ni nadie que pueda con ellos. Y entonces, los que han traicionado y consentido el abuso y desprecio, a este mundo natural tan antiguo como la vida del hombre, se darán cuenta del error pero será tarde. Las movilizaciones han comenzado y seguirán indefinidamente, hay mucho agravio por reparar, se acabó el agachar la cabeza y hacerse perdonar por cuatro imberbes llenos de complejos y melindres. La hora ha llegado, las voces del campo resuenan y se acercan a demandar lo que en justicia les corresponde y que nunca jamás debió de habérseles arrebatado.

MIGUEL ÁNGEL BAYARRI MONTESINOS